Reflexiones pedagógicas y didácticas
Por: Juliana Jaramillo Pabón

Luego de unos meses de ausencia, debido a los cambios favorables que he tenido en mi vida, retomo la escritura con este artículo en el que intento reflexionar acerca del concepto de muerte que tienen los educadores y las consecuencias de estas percepciones con respecto a la formación de sus estudiantes en situaciones de pérdida.
Desde el enfoque didáctico, podríamos decir que cuando los profesores evidencian posturas favorables o desfavorables para asumir el reto de educar para la muerte o para la finitud, lo hacen siempre respondiendo a las ideas o preconceptos que tiene de la muerte. Por lo general se rechaza asumir esta educación para la muerte, cuando los docentes asimilan la muerte como algo trágico, doloroso o que genera sufrimiento; pero cuando la muerte se asimila a una postura pedagógica, formativa, abierta y fenoménica, ligada a la vida, la actitud por supuesto, será más favorable.
Los seres humanos, se aproximan al concepto o idea de muerte desde varios métodos:
-El primero de ellos al que haremos referencia se le denomina: método evasivo o deslocalizador, desde este se propicia una relegación o una postergación, un no querer saber de tipo adolescencial, y esto se puede ver reflejado en las aulas, cuando el educador actúa como si la muerte no existiera, o como si no hubiese pasado nada, asumiendo una intención normalizadora, por supuesto mal entendida. Podríamos intuir desde esta postura un rechazo, fobia o un no querer saber, que denota angustia, que didácticamente invalida cualquier tratamiento formativo de la muerte en el aula de clase.
-El segundo, lo llamaríamos: Método tergiversador o inventado, estos hacen referencia a una ignorancia desconocida o un no-saber que no se sabe. Se puede observar en las aulas cuando los docentes verbalizan concepciones propias que con seguridad le han servido al docente, a los padres de familia o al centro educativo donde se encuentra ubicado el estudiante., por lo general estas creencias provienen de un acervo cultural o religioso, que se acompaña de seguridad y certeza. (Por ejemplo: Tu padre, madre o hermana, está en el cielo…está en la presencia de Dios.. y no hay que llorar …)
Desde este método, reconocemos la certeza inventada o un saber ignorante que se da cuando el docente comunica con mucha propiedad interpretaciones y respuestas predeterminadas que han sido avaladas por otras personas con múltiples argumentos que se ubican en la parcialidad o la identificación y que se consideran útiles.
Con estos métodos, y en sentido estricto, no se reconoce el sentimiento, el conocimiento y las necesidades reales o directas de los niños, niñas y adolescentes cuando experimentan una pérdida, realmente no interesa reconocer sus percepciones, sentimientos o ideas, predomina el imaginario del docente.
Aparentemente, tiene como ventaja la satisfacción inmediata y comprensiva de las necesidades y la urgencia de dotar con argumentos pretendidamente útiles para instalar el proceso de desvinculación del sufrimiento y del dolor que producen las pérdidas, pero el inconveniente mayor es que las soluciones que se plantean son de una validez arbitraria y parcial, que pueden no ser compartida por una mayoría o una por una minoría.
-El tercer método, lo denominamos: métodos formativos o basados en el conocimiento y la conciencia o métodos educativos: La ignorancia reconocidapor el maestro, o un no-saber sabido que se reconoce y se expresa en las aulas, incentiva la pregunta sobre la respuesta, la observación continua y el respeto didáctico con base en la humildad.
Este método es el único que no está centrado en el adulto, y por desgracia la opción minoritaria, y estaría organizado desde una serie de propuestas formativas, planificadas y personalizadas, fundamentadas científicamente y sometidas a una investigación rigurosa y reflexiva, que pretende propiciar un cambio personal y social y una mayor conciencia de la finitud y la mortalidad.
Este método, al no estar centrado en el adulto, se organiza y se estructura desde el conocimiento compartido, la sensibilidad y el respeto a los niños, niñas y adolescentes, y conduce a una mayor comprensión de la vida/muerte, y a una mayor complejidad de conciencia frente al fenómeno de la muerte.
Su debilidad radica en que se requiere la presencia de un adulto (maestro, padre o madre y equipo educativo) con una gran dosis de humildad, sensibilidad, orientación auto formativa, y con una muy buena formación basada en la conciencia. Este método se constituye en una propuesta no egocéntrica, no centrada en una plataforma de creencias del adulto, se orienta hacia la comprensión de la vida-muerte y a una mayor complejidad de la conciencia, que implican un cambio evolutivo personal y social de toda la comunidad educativa: padres, alumnos, el propio docente o equipo, otros profesionales, etc.
Para concluir y desde la perspectiva de la educación para la muerte, requerimos seres humanos, padres y educadores que entiendan que educar para la muerte, es una tarea que requiere humildad, es decir, reconocer que no tenemos certezas frente a la muerte, ni personales, ni sociales, que no hay respuestas únicas, ante los interrogantes planteados por los seres en formación cuando se enfrentan a las pérdidas y que solamente desde el reconocimiento de su subjetividad, con respuestas respetuosas basadas en el sentir del otro, podremos empezar a recorrer un camino desconocido y negado por el sistema educativo: Educar para el continuo vida/muerte.
Cláusula de conflicto de intereses: Juliana Jaramillo Pabón, no recibe salario, ni ejerce labores de consultoría, ni posee acciones, ni recibe financiación de ninguna compañía u organización que pueda obtener beneficio de este artículo, y ha declarado carecer de vínculos relevantes más allá del cargo académico/profesional/personal de su perfil.
Perfil: PhD. en educación de la Universidad Autónoma de Madrid/España. Su correo, por si alguna persona interesada quisiera contactarla o preguntarle algo sobre su campo de estudio, es: julijp63@gmail.com