Por: Ximena Chamorro Rondón (Artículo escrito en alianza estratégica con RHUDA, Red Huilense de Defensa y Acompañamiento en Derechos Sexuales y Reproductivos)
Cuando la maternidad es romantizada y los hijos son llamados regalos de dios, las mujeres que no queremos ser madres somos vistas como una falla en la sociedad, como una pieza que no encaja; la han instaurado en nuestro género a tal punto de verse como una obligación, más no como una decisión.

La priorización de la familia como base de la sociedad y del capitalismo, nos somete y nos limita: nos limita en el campo profesional y nos somete a la responsabilidad del trabajo reproductivo y las labores de cuidado, todo esto implica una carga física, psicológica y emocional por cumplir con las expectativas sociales de ser una ’buena madre’, una ‘mujer verraca’ o una ‘esposa ejemplar’; en suma, por convertirse en el centro y columna vertebral de un hogar, único espacio de representatividad legitimado socialmente, pues se nos ha relegado a escenarios privados, siendo la familia el más importante de ellos.
La maternidad y el instinto materno son resultado de las construcciones sociales que estigmatizan a las mujeres, para muchos la negación de la misma define su valor, dignidad e identidad de manera despectiva: ‘es una egoísta’, ‘pecadora, eso va en contra la naturaleza de dios’, ‘inmadura’, y no es que ser madre sea algo perverso o “malo”, pero no todas queremos ejercer una crianza.
No es tan difícil entender que son decisiones que sólo y únicamente interfieren en la vida de quienes así lo deciden, como el aborto, o la eutanasia.
Los derechos sexuales y reproductivos, reconocidos además como derechos fundamentales para la humanidad, garantizan la total y completa libertad de decidir sobre nuestros cuerpos, no sólo frente a la conformación o no de una familia, sino también al goce y disfrute de la sexualidad, a elegir con quién relacionarnos, a expresar la orientación sexual o identidad de género y a tener una vida libre de violencias en cualquier situación que atraviese nuestra intimidad.
El ejercicio de la no m/paternidad no es sólo una decisión válida, sino que además se enmarca dentro de estos derechos, y debe ser una decisión respetada sin discriminación de género, sin tener que ser puesta en tela de juicio. No debe convertirse en un proceso dilatado, descalificativo, paternalista e infantilizador. Las entidades prestadoras de servicios de salud, tiene una obligación ética y legal de hacerlo a través de programas de anticoncepción efectivos, como lo dictamina por ejemplo la Ley 1412 de 2010, la ligadura de trompas o la vasectomía, que son procedimientos gratuitos y deben ser garantizados con el fin de una paternidad y maternidad responsables como derecho y deber ciudadano.
Además, no existen garantías suficientes para que el ejercer la maternidad no implique una desigualdad frente a los hombres; más allá de los juicios morales, existen unas repercusiones sociales y económicas que se vivencian en la mayoría de los países. Según ONU Mujeres, “las mujeres en promedio ganan sólo entre el 60 y el 75 por ciento del salario de los hombres”, lo que indica que es más probable que las mujeres se desempeñen en trabajos informales y familiares no remunerados. Su responsabilidad con respecto al trabajo no remunerado de cuidado es desproporcionada, pues “dedican entre una y tres horas más que los hombres a las labores domésticas; entre dos y diez veces más de tiempo diario a la prestación de cuidados -a los hijos e hijas, personas mayores y enfermas-, y entre una y cuatro horas diarias menos a actividades de mercado”.
A propósito del 8M, estas cifras representan la ausencia de la remuneración y la precarización de la fuerza de trabajo de las mujeres, uno de los muchos factores a la hora de decidir si queremos maternar o no; es una decisión completamente consciente que muchas mujeres tomamos con respecto a nuestro proyecto de vida, que no nos invalida y tampoco nos hace menos mujeres frente a quienes sí desean serlo, y aún si todo lo anterior no fuese suficiente, como lo diría Rebeca Lane, simplemente no queremos parirle hijos al sistema.
Ximena Chamorro Rondón es femiactivista, abortera y diversa. Integrante del Nodo Matriz – RHUDA. Egresada no titulada del Programa de Psicología de la Universidad Surcolombiana.
Cláusula de conflicto de intereses
Ximena Chamorro Rondón pertenece a la Red Huilense de Defensa y Acompañamiento en Derechos Sexuales y Reproductivos – RHUDA, y no recibe salario, ni posee acciones, ni recibe financiación de ninguna compañía u organización que pueda obtener beneficio de este artículo, y ha declarado carecer de vínculos relevantes más allá del cargo académico, profesional o personal de su perfil.