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Por: Álvaro Pío Jaramillo García

Álvaro Jaramillo, autor de este artículo

Con las recientes noticias del ataque por parte de Rusia a Ucrania, lo primero que podemos sentir es desesperanza y tristeza por y de la humanidad. Los últimos dos años invadieron los medios con mensajes como “es la hora de reinventarnos”, “es momento de repensar nuestro presente y el futuro”, y otros mensajes que parecían reflejar un cambio en la conciencia colectiva de las personas. Sin embargo, parece que de eso, nada ocurrió.

Pero además, ahora que estas noticias remueven el mundo, con imágenes y videos de familias separadas, heridos, y actos de “heroísmo” por defender a los suyos, parece que ese odio se traslada como pólvora a las redes sociales, un escenario permanente de combate en el que nadie puede decir nada, sin ser acribillado en cuestión de minutos.

Esto no significa que los mensajes de odio, aquellos que desconocen la dignidad o menoscaban los derechos de otros, deban ser aceptados. Por el contrario, deben ser reprochados de inmediato. Pero propongo que las respuestas sean más racionales quizá; es importante restarles el mismo odio que entrañan, ese veneno con el que son construidos los argumentos que desconocen la humanidad de cualquier persona. De lo contrario, entramos en esa guerra interminable que precisamente me llevó a escribir esta primera columna de opinión.

No deja de rondarme la cabeza aquella introducción de Caroline Emcke quien es su texto contra el odio, un ensayo increíble contra la xenofobia menciona: “El odio es siempre difuso. Con exactitud no se odia bien. La precisión traería consigo la sutileza, la mirada o la escucha atentas; la precisión traería consigo esa diferenciación que reconoce a cada persona como un ser humano con todas sus características e inclinaciones diversas contradictorias” y es precisamente acá, donde lo primero que deberíamos hacer es reconocer en el otro un igual, actuar ante los demás con una humanidad generalizada que permita romper los círculos de violencia que no solo se ven en los recientes bombardeos en distintas partes del mundo, sino que se traslada día a día en las redes sociales contra cualquiera que no opine igual.

Por eso creo fielmente que sí, podemos sentir indignación, dolor y reprochar sin distinción el conflicto armado en Colombia, la situación en Yemen, la guerra en Palestina, los tiroteos en Estados Unidos, los sucesos recientes de Ucrania, el genocidio “silencioso” en Myanmar, y no por eso se le resta importancia a nada, porque como personas, cualquier muestra de dolor, de guerra o de injusticia, permite sentir la misma frustación y un deseo innegable que todos queremos que nada de esto siga igual.

*Álvaro Pío Jaramillo García es Profesor Universitario. Abogado de la Universidad del Rosario con énfasis en Derecho Internacional; Especialista en Derecho Administrativo y maestrando en Educación para la innovación y Ciudadanías de la Universidad Javeriana; maestrando en Historia Contemporánea de la Universidad Cumpletense de Madrid.

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