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Memoria en el espacio público

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Opinión | Por: Luis Humberto Perdomo

Foto: Cortesía de Cristian Benavides

Me ha suscitado desasosiego pensar que el ejercicio de la memoria ha estado subestimado en el debate político y con escasa presencia en el espacio público. Por diferentes razones en los últimos meses terminé revisando ensayos, artículos y escritos sobre la historia de Neiva, su crecimiento y sus gentes.

En anteriores ocasiones he planteado que Neiva es una ‘No Ciudad’, su configuración parte de la negación de la ciudadanía a sus habitantes. La negación de la memoria, la ausencia de una apuesta institucional y pública por hacer memoria de procesos, sucesos y personas. No hay una manera propia, creativa y articulada, más allá de los valiosos libros de historia, investigaciones o las labores adelantadas por la Academia Huilense de Historia. Por esto, la necesidad agrupar esfuerzos por conocer desde una dimensión espacio-temporal sobre los orígenes, las transformaciones, las crisis y el crecimiento de Neiva como capital del departamento del Huila, por lo menos de su espacio urbano.

Lo que hoy conocemos como Neiva ha tenido fundaciones en otros lugares, en Otas y Villavieja, de los cuales hablamos exclusivamente en los aniversarios del municipio como una manera forzada de unir las piezas de la historia. Neiva en su actual ubicación ha construido sus barrios a partir de experiencias significativas, supeditadas a la historia nacional y regional, aunque, por la falta de memoria, se ha fragmentado, invisibilizado y subestimado.

Neiva, la capital del departamento del Huila y la ciudad producida por la guerra, evidencia en su historia una realidad en la que sus barrios inicialmente fueron habitados de manera informal, eran asentamientos informales, en una generalidad por campesinos, desplazados y desmovilizados de grupos armados en el marco del conflicto armado. Esto expuso el restringido acceso a la tierra, nos enseñó que el suelo urbano de Neiva ha sido propiedad de pocas familias y que históricamente se reconocieron como “invasores” a quienes fueron urbanizando la ciudad.

La Comuna 8 fue reconocida por unos de sus barrios, “Filodehambre”, organizado por campesinos y desplazados, construyeron la Escuela Popular Claretiana, y fue haciendo historia a partir de un proceso colaborativo de sus habitantes, su memoria está en un libro que lleva su mismo nombre, con poca difusión en la actualidad. Otros barrios han sido atravesados por hechos del crudo conflicto armado, es el caso de Villa Magdalena, afectado en el año 2003 por la bomba puesta en el Aeropuerto del municipio, u otro caso, como la toma del edificio de Miraflores.

En el pasado de Neiva están las historias de revistas con contenido político y cultural que fueron creadas a mediados del siglo pasado para generar debates, o están, las agendas que se desarrollaron en el Teatro Pigoanza y el recinto de la Asamblea Departamental. En las calles resonaron las voces de protesta de jóvenes, estudiantes y lideres(zas) desaparecidos o asesinados en las últimas décadas del siglo pasado como, Tarsicio Media, Olga Tony Vidales, Reinaldo Cuenca, entre otros; las mismas calles fueron ocupadas por los colonos de El Pato cuando en 1980 hicieron “la marcha por la vida” y llegaron hasta Neiva para reclamar al gobierno Nacional el respeto por la vida en medio de la cruda guerra del Caquetá.

Reconocer estos sucesos es una manera de exponernos que las ciudades se tejen por acontecimientos desarrollados en el pasado, que el presente requiere un compromiso con la producción de memoria para forjar identidades comunes, reconocer la otredad y pluralidad de pensamiento. Una manera de salir del círculo vicioso de la violencia, la estigmatización, el silencio y el olvido.

Para el momento que vive Colombia en el que la memoria y la verdad son procesos necesarios para sanar el conflicto del pasado, Neiva debe hacer un proceso propio de producción de memoria. Debe partir de una apuesta social e institucional, buscar la forma de darle sentido a los acontecimientos del pasado y reconocerlo en las narrativas que construyen el presente. Una manera de difundir los escritos, libros e investigaciones que reposan olvidados en archivos y bibliotecas. Esto requiere que haya una voluntad en las agendas institucionales, que se planteen en discusiones como las del Plan de Ordenamiento Territorial, las políticas públicas sectoriales y que las instituciones (como las de educación) estén atravesadas por un compromiso en la producción de memoria desde el territorio.

Y, sobre todo, las narrativas que se tejen la memoria deben habitar el espacio público, fortaleciendo monumentos, placas conmemorativas, muralismo con la historia urbana, cartografías del conflicto o líneas de tiempo con la historia de Neiva. Y por esto es necesario que espacios como la peatonal de la Carrera 5ta, el sendero de la Quebrada La toma, el Malecón del Río Magdalena sean lugares públicos para encontrarnos con la memoria. O retomando experiencias de otras ciudades, el histórico Filodehambre debe ser un museo de memoria urbana que hable a personas locales y turistas de la historia de Neiva.

Hagamos memoria de un pasado violento en un presente que ya no invisibilice, estigmatice, fragmente y silencie. 


Perfil: Politólogo de la Universidad Surcolombiana. Ponente en Congresos Internacionales y Nacionales de Ciencia Política. Ha participado en proceso de investigación a través de semillero, voluntariados y escuelas de formación con jóvenes.

Cláusula de conflictos de intereses: Luis Humberto Perdomo no recibe salario, ni ejerce labores de consultoría, ni posee acciones, ni recibe financiación de ninguna compañía u organización que pueda obtener beneficio de este artículo, y ha declarado carecer de vínculos relevantes más allá del cargo académico/profesional/personal de su perfil.

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