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Opinión | Por: Humberto Perdomo

Arsen y Tigran son los dos jóvenes que se suicidaron un par de semanas atrás en Armenia. Sus familiares no aceptaban una relación homosexual, habían sido señalados y amenazados en los últimos días. Decidieron suicidarse juntos por la presión que les generaba el rechazo social, minutos antes de acabar con sus vidas, publicaron una foto juntos en sus redes sociales. Lo que ha llamado la atención es que adicional a los comentarios de asombro y condolencias, hubo quienes con palabras impulsaron la autoeliminación de la comunidad LGBTIQ+, una homofobia verdaderamente escalofriante, cómo si la diversidad sexual fuera un delito.

Santiago Maldonado y Jorge Esteban Farias fueron casi linchados en Bogotá hace 2 meses. Sus muestras de afecto en el espacio público provocaron la furia de algunas vecinas del sector, con palos de escoba e insultos los amedrentaron para que humillados y culpabilizados se fueran del lugar. Sin embargo, al siguiente día hubo una protesta en el mismo lugar, participaron decenas de personas por la defensa de los derechos LGBTIQ+, y sobre todo, puso en la opinión pública el derecho a la diversidad sexual en el espacio público. Y así, son incontables los casos de homofobia.

Los homófobos son asesinos, matan sin matar, y eso les libera de culpas, porque no son ellos quienes directamente eliminan a sus víctimas. Los homófobos son sujetos moralizantes, dueños -autoritaria y subjetivamente – de la verdad y la virtud. Sus señalamientos matan y anulan violentamente, pero son absueltos mientras se esconden en la idea casi religiosa, que es una decisión propia de la víctima la que lleva a la muerte, o es el destino, o el poder divino. Tal vez, el imaginario de que no merecen vivir. La homofobia sigue siendo inquisitiva, solo que ahora la orientación sexual e identidad de género diversas ya no es un delito.

Hace unos días empezó el Mundial de Futbol en Qatar, el campeonato más popular entre los deportes en el mundo. En Qatar es el mismo Estado el encargado de vulnerar los derechos humanos, particularmente la homosexualidad sigue siendo un delito que se condena con cárcel. Las muestras de afecto o la exposición de banderas LGBTIQ+ estarán prohibidas, la copa mundial termina por legitimar la homofobia. El mundo entero presenciará directa o indirectamente un evento mundial que reproduce el discurso de la discriminación, deliberadamente no se toma una postura previa sobre un Estado que vulnera derechos humanos, y con la euforia del deporte se deja de lado el tema. Aún parece lejano el día en que las organizaciones de concursos o campeonatos problematicen sobre la sexualidad o el género sin anteponer audiencias y monetización.   

Deconstruir y deconstruir, decisiones y construcciones culturales, por nuevos marcos de sentido, y tal vez ideológicos, es la consigna permanente. Problematizar la sexualidad y el género es un ejercicio inacabado, toda vez que permanece dominada por leyes estatales, y subordinada a lógicas de reproducción y rentabilidad. Cuesta avanzar al pleno reconocimiento y respeto de la sexualidad, afectividad y erotismo; una búsqueda por liberar, desatar, desbloquear, sensibilizar y asumir el placer; romper el círculo de la homofobia en la que se escandaliza por lo que produce placer, y que a la vez genera placer escandalizarse por lo distinto, por el otro.

Propongo nuevamente el Informe derechos humanos de personas OSIGD-LGBTI 2021: una radiografía del prejuicio de la Defensoría del Pueblo en Colombia, permite rectificar que la lucha contra la criminalización y la discriminación, debe radicalizarse desde los propios Estados. El informe indica que las instituciones públicas han reproducido la violencia y la discriminación, desconocen el enfoque diferencial, sus funcionarios no comprendan la diversidad. Así mismo, plantea que la Política Pública Nacional LGBTI (Decreto 762 de 2018) no fue una prioridad del gobierno nacional anterior, así mismo, las entidades territoriales tienen aún la tarea de formular sus propias políticas locales. Aunque en el Estado y sus instituciones no está la respuesta, menos la transformación, está en lo público, los discursos y en lo que decidimos legitimar o no, para des-domesticar el cuerpo, la sexualidad, la afectividad, el erotismo, el amor, y romper la opresión sobre el género. Para subvertir el imaginario de que es delito ser marica.


Perfil: Politólogo. Integrante del Colectivo ambientalista Globo Verde. Destacado líder juvenil en el Huila e interesado por temas como educación superior.

Cláusula de conflicto de intereses: Humberto Perdomo no recibe salario, ni ejerce labores de consultoría, ni posee acciones, ni recibe financiación de ninguna compañía u organización que pueda obtener beneficio de este artículo, y ha declarado carecer de vínculos relevantes más allá del cargo académico/profesional/personal de su perfil.

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