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Ciudades libra por libra (Historias de inmigrantes I)

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Por: Mauricio Muñoz Escalante

Halifax, Nueva Escocia, Canadá (Fuente: https://www.lonelyplanet.com/)

—El progreso sí existe —la realidad abofeteó la cara de Billis cuando se abrió la puerta del avión: las personas haciendo fila de manera ordenada, las calles pavimentadas, los andenes sin basura, las casas terminadas; todo en Canadá hacía evidente que sí se puede. Hasta el alumbrado público parecía iluminar mejor. 

Durante los primeros días, lo único que escribió a sus amigos y familiares por WhatsApp fueron las maravillas del país que lo acogía. No habían pasado dos semanas de haber llegado y ya empezaba a idear la manera de quedarse a vivir allá. No podía volver al atraso colombiano. La vida en su Neiva natal parecía medieval en comparación. I love Halifax, decía la camiseta que llevaba puesta.

Neiva, Huila, Colombia (Fuente: https://lavozdelaregion.co/).

—Aquí no vamos para ningún lado —le aconsejaba su amigo Walderwick.

Hablaba de Neiva.

Billis decidió apoyar la decisión sobre un análisis lo más riguroso posible. 

—A César lo que es de César —pensó.

Entonces hizo una lista de todos los aspectos que a su juicio eran mejores de vivir en cada lugar: Halifax arrasaba en Infraestructura, Desarrollo urbano, y Empleabilidad, pero Neiva ganaba en Calidez humana, Gastronomía típica, y Confort climático… 

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—Halifax es más seguro —dijo—, pero en Neiva todo es más cerca.

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—En Neiva me puedo reunir con mis amigos en el antejardín de la casa a beber; aquí todo está prohibido —siguió cavilando—, pero en Halifax se ve la plata que se paga en impuestos.

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Billis reflexionó que a ese paso ambas ciudades iban a quedar empatadas. Algo estaba mal. A simple vista se notaba que estaba ante realidades distintas. No podía tener el mismo valor la cercanía de los seres queridos y la capacidad adquisitiva de la moneda. 

¿Cómo medir lo intangible?

Billis pensó un rato, pero su cabeza no daba para tanto. 

—¿Y si mi madre viene también a Canadá? —supuso—. De esa manera tendría compañía y ella podría prepararme la comida que me gusta… ¿Pero sí encontraré los ingredientes?… Tendría que comprarlos por internet y hacerlos llegar por correo… Por lo menos eso sí funciona en Hálifax…

Billis entretuvo la idea un par de segundos en su cabeza, pero casi inmediatamente se dio cuenta de su ingenuidad. 

—No es posible tener lo mejor de ambas culturas —dijo para sí mismo—. Si fuera posible, los canadienses lo hubieran hecho.

Billis se dio cuenta de que la lucha entre ciudades no es como el boxeo, donde sólo se enfrentan contrincantes en las mismas condiciones. No podía hacer un análisis libra por libra entre dos lugares tan separados geográficamente y sobre todo tan distantes culturalmente.

—Es como comparar peras con manzanas —pensó, pero después corrigió—: es como comparar peras con chips de computador… Aunque debería poderse: ambas son ciudades de aproximadamente 350.000 habitantes, y ambas están frente a un río… La única diferencia es que una queda en Colombia y la otra en Canadá. 

Billis sonrió. 

Recordó el chiste de marras de que lo malo de Colombia son los colombianos.

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