0 0
Read Time:4 Minute, 54 Second

Este artículo lo escribo comenzando un nuevo año, el 2022, año en que el virus del covid-19 sigue haciendo sus abruptas apariciones, y cobrando nuevamente muchas vidas en todos los rincones de nuestro planeta. Escribo este artículo pensando en aquellos seres humanos que están en este momento enfrentado a su propia muerte, para aquellos que están viviendo la muerte de un ser querido, y en general para todos los humanos que tenemos que vivir esta tremenda ola de muerte que sigue dejando el Covid-19, y que al parecer sigue haciendo su imponente presencia en el mundo.   Mi escrito, lejos de generar terror, pretende ser una oportunidad para reflexionar sobre el miedo humano más grande, el peor de los miedos:  LA MUERTE, intento inducir un proceso reflexivo, comprensivo, donde por lo menos de manera racional empecemos a entender el miedo, y así ir dando pasos pequeños, para desmitificar y destabuizar el miedo a la muerte.

Empecemos primero por decir que este miedo, espantoso y paralizante que tenemos en nuestra época actual a la muerte, viene a constituirse en el mayor tabú, más poderoso que el tabú sexo, predominante durante muchos años (y en nuestra cultura colombiana, nada destabuizado), es decir:  el tabú muerte, superó al tabú sexo, reemplazamos uno por el otro, para seguir estancados y frenando nuestro proceso evolutivo como seres humanos. 

Aries, historiador que leí muy minuciosamente para escribir mi tesis doctoral, en su texto:  Morir en occidente, nos cuenta que en la edad media, incluido el final, se vivía con absoluta familiaridad con la muerte y los muertos, pero a finales del siglo XVIII, la muerte se empieza a considerar, igual que el acto sexual, como una “ruptura atractiva y a la vez terrible de la familiaridad cotidiana”, es decir, para Aries este sería el comienzo de un cambio profundo de las relaciones entre los hombres y la muerte.  Esto solo lo enuncio para decirles que se vivía con una apacible familiaridad con la muerte, sin el miedo que se difunde a finales del siglo XVIII y comienzos del siglo XIX, que tiene razones, como por ejemplo el miedo a ser enterrado vivo.

Para Osho, autor que me dio grandes claridades, el miedo a la muerte es el fruto de la inconsciencia, es la ignorancia y el desconocimiento lo que genera ese miedo, y agrega que no se puede vencer el miedo, solamente hay que entenderlo; el miedo  a la muerte surge no de la muerte en sí misma, sino de la opinión que se maneja acerca de ella de manera personal, pero sobre todo de manera sociocultural, y aquí me detengo, pues fruto de nuestra educación judeo-cristiana, nos  han dicho que al morir podemos ir a lugares horrendos, como el infierno y que seremos castigados por nuestros actos, estas categorías impuestas desde la educación religiosa (por lo menos en Colombia) lo único que han generado es paralizar a la población con la idea de un castigo eterno (que paradójicamente a nadie le consta, ni siquiera a los que pregonan estas ideas).

Sin duda, este argumento paraliza a cualquier ser humano, jugar con un imaginario colectivo de arder eternamente en llamas, hace que cualquiera de nosotros, tengamos no miedo, sino pavor a la muerte., y creo que la única manera de destabuizar la muerte y su miedo, es empezar a develar estas categorías hegemónicas socio educativamente impuestas., y revisar con juicio crítico otras posturas, no necesariamente asociadas con castigos.  

Hay una cosmovisión alrededor de lo que podría pasarnos cuando morimos, revisarlas de manera crítica, y permitir a los estudiantes y personas en formación conocerlas, por lo menos, ampliar el espectro, hace que hasta dudemos de ellas, y construyamos nuestra idea de muerte, finitud y eternidad, de acuerdo con los procesos formativos a los que estamos expuestos durante toda nuestra vida como estudiantes, recordemos que la educación nada tiene que ver con el adoctrinamiento, si adoctrinamos no estamos educando., permitir que los estudiantes configuren la idea de muerte, finitud  y eternidad, basados en amplias posturas, y creencias, podría empezar a bajar lentamente los niveles del miedo y el pánico a la muerte, recordemos que todas esas posturas son absolutamente respetables, pero si educamos, debemos permitir que los estudiantes accedan a las múltiples formas de ver que sucede después de la muerte., sin la imposición de ninguna perspectiva.

Finalmente, me detengo en otro aspecto muy importante al que quiero llamar la atención y es el miedo a desaparecer:  Bauman, en un bellísimo texto que se llama: Mortalidad, inmortalidad y otras estrategias de vida, en el capítulo, la especia egoísta, y May en su texto:  La muerte: una reflexión filosófica, en su primer capítulo titulado nuestro trato con la muerte; coincidencialmente nos dicen que los humanos no queremos desaparecer, nos aterra la idea de no existir, y por eso los autores expresan que cuando se nos anuncia que tenemos una enfermedad terminal, nos acercamos más a las religiones, pues ellas son las únicas que aseguran una idea de continuidad, de no-desaparecer, todo esto induce  la idea de un “yo mismo después de morir que afirma la condición de perdurabilidad del alma individual”, esto por supuesto nos indica la idea del fuerte apego que tenemos a la vida y sus condiciones, aspectos que pienso que nunca se trabajan curricularmente en el sistema educativo:  EL DESAPEGO, RECORDEMOS QUE SOMOS SERES PROVISIONALES. 

Estas son solo algunas ideas que expongo basadas en autores, para que de manera individual y como colectivo empecemos a cuestionar y a interrogar el miedo a la muerte y ojalá podamos por fin como especie:  HACER LAS PACES CON LA MUERTE, Y NO PELEAR MÁS CON ELLA.

Feliz y bendecido año 2022

*Juliana Jaramillo Pabón es PhD. en educación de la Universidad Autónoma de Madrid/España y su correo, por si alguna persona interesada quisiera contactarla o preguntarle algo sobre su campo de estudio, es: julijp63@gmail.com

Happy
Happy
0 %
Sad
Sad
0 %
Excited
Excited
0 %
Sleepy
Sleepy
0 %
Angry
Angry
0 %
Surprise
Surprise
0 %