stop-putin-in-kiev
0 0
Read Time:2 Minute, 28 Second

Por Álvaro Pío Jaramillo*

AFP/BBC

Hace un mes escribía mi primera columna en este portal reflexionando sobre la situación en Ucrania y la falta de humanidad en casos de similar dimensión. Casi 60 días después de la agresión por parte de Rusia, la “operación especial” no fue tan corta, y lo que se ha construido como occidente no ha podido hacer mucho para detener los ataques.

Algunos dicen que el problema radica en que el Derecho Internacional no tiene herramientas para que Estados fuertes como Rusia u otros de similar fuerza en el mundo dejen de hacer lo que les viene en gana; considero que en parte tienen razón. Sin embargo, el problema está en una falta de voluntad de renunciar a beneficios individuales que no son sólo un asunto del Derecho, así como otras cuestiones trascedentes que influyen en este caso.

A diario vemos analistas y expertos discutiendo en medios y redes sociales, tratando de adivinar qué va a pasar con la Guerra. En silencio, hace carrera una aceptada tendencia a prohibir y amenazar todo lo que aparentemente se interprete como ruso, como si esto se tratara de un tema de nacionalidades. Observamos sin inmutarnos una serie de limitaciones a derechos individuales, como si esto no fuera un riesgo dentro de una causa justa. Ejemplos hay varios, profesores rusos que no pueden realizar visitas a universidades, deportistas que ya no podrán participar en competencias internacionales a pesar de manifestar públicamente que rechazan cualquier agresión por parte de Rusia. Ni qué decir de la cultura y el arte.

Ahora, la pregunta que surge es si esas limitaciones tienen algún efecto o se vuelve una suerte de “trinchera moral” con la que estamos asumiendo la realidad mundial (Bastante conveniente en muchos casos). Resulta que ahora creemos que con quemar libros, destruir monumentos, y sancionar símbolos, naturalmente no aquellos que hacen un llamado al odio, borramos de un plumazo la historia, en la que además nos estamos apropiando del discurso del bien, cayendo poco a poco en eso que tanto criticamos.

El caso reciente que me lleva a esta reflexión. Estar en un parque donde comparten varios dueños de mascotas, llega una persona desprevenida con una camisa con la Plaza Roja de Moscú. Varias recriminaciones, incluso le dicen que “un ucraniano le daría una hostia”, al final se retira y da la vuelta a la camisa. Todos han quedado tranquilos.

¿Sirve de algo rechazar la cultura, el arte, la literatura, la academia porque es parte de lo ruso? Esa es la pregunta central. Yo creo que no, pero parece que es como el mundo ahora quiere enfrentar las realidades, una forma arbitraria que no aporta una verdadera solución.

*Álvaro Pío Jaramillo García es Profesor Universitario. Abogado de la Universidad del Rosario con énfasis en Derecho Internacional; Especialista en Derecho Administrativo y maestrando en Educación para la innovación y Ciudadanías de la Universidad Javeriana; maestrando en Historia Contemporánea de la Universidad Cumpletense de Madrid.

Happy
Happy
0 %
Sad
Sad
0 %
Excited
Excited
0 %
Sleepy
Sleepy
0 %
Angry
Angry
0 %
Surprise
Surprise
0 %

Average Rating

5 Star
0%
4 Star
0%
3 Star
0%
2 Star
0%
1 Star
0%

Deja un comentario