
Opinión por Luciana Avendaño
Los medios de comunicación constituyen el cuarto poder del Estado. Hoy, representan una dualidad: la protección de la democracia y el peligro que la acecha cuando dicho poder se usa en beneficio de la propaganda política antiderechos.

No tener memoria nos priva de los aprendizajes que los horrores de la humanidad nos han dejado. Hemos sido protagonistas de guerras, de genocidios, y de holocaustos violentos sustentados en el desarrollo económico, la expansión colonial y la exaltación de una raza pura, con habilidades y características casi sobrenaturales. Todo ello, con el objetivo de alcanzar el poder y jamás soltarlo, a la vez que se segrega y deshumaniza a ese enemigo con el cual se hace la política. Es allí, donde el periodismo y los medios de comunicación, cobran sentido, porque de su labor depende si se protege o se destruye la democracia. Nuestra labor es fortalecer el debate, garantizar su diversidad y horizontalidad, sin perder el análisis riguroso y la voz crítica en las coyunturas sociopolíticas, culturales y económicas de los países.
Sin embargo, esta misión pareciera ser más utópica que real. Nos enfrentamos ante una sociedad global en red, donde los personalismos, los intereses particulares y las pasiones políticas no dejan de permear el ejercicio periodístico. Y a veces, nos sitúa en el lado incorrecto de la historia.
Acá, la comunicación empleada en producir efectos publicitarios es experta en nublar la racionalidad y posicionar agendas públicas de gobierno que, sin temor, arremeten contra los DD. HH., quiebran el orden institucional e instauran dictaduras. Por ejemplo, no hemos cumplido un siglo desde que el holocausto nazi marcó un punto de inflexión en el pasado reciente; sigue vigente en la memoria colectiva de la humanidad.
Tener en cuenta esto es importante, porque el proyecto político de Adolf Hitler, no hubiera triunfado sin haber incorporado un marketing político (propagandístico) que le posicionara como un líder mesiánico. Tampoco, sin el respaldo de una industria cultural que incluía a los medios de comunicación. Para lograr su impacto y ser atractivo ante la opinión pública nacional e internacional, Joseph Goebbels, su ministro para la Ilustración Pública y Propaganda del Tercer Reich, fue clave. Él, no solo utilizó sus habilidades innatas como orador y su antisemitismo, para asumir el control de las artes y la información. A su vez que empleaba el cine y la radio, como sus mejores aliados para la consolidación de una nueva moral alemana; también, dejó varios principios relacionados a la propaganda y adaptó nuevas técnicas de publicidad a la esfera política. Hoy, vigentes y utilizadas por la Revista Semana en cabeza de Vicky Dávila.
Revista Semana y El milagro de Nayib Bukele
Pues bien, analicemos lo dicho más arriba. Así se tituló la portada del 11 de marzo, emitida por esta revista, donde se exaltaron los ‘impactantes resultados del presidente que rescató a El Salvador’. Allí, al mejor estilo Goebbels, con lemas atrayentes, letras grandes y encabezado críptico se invitaba al lector a examinar los mensajes subliminales que aplauden a Bukele. Resulta negligente que en ningún momento se haya hecho mención al accionar político antiderechos de este personaje.
Nayib, encabeza un Estado que no existe: el confesional. Y atenta contra uno que sí: el laico. Es autoritario, narciso, y patriarcal. Su proyecto político se basa en defender la seguridad nacional, a través de una selectividad estratégica estatal que prioriza la guerra, estigmatiza, y arremete contra las libertades públicas, y los DD. HH.
No solo se ha ido en contra de organismos internacionales como la ONU y la CIDH, en cuanto a los principios y buenas prácticas sobre la protección de las personas privadas de la libertad: trato humano, igualdad y no discriminación, libertad personal, entre otros. También, ha representado un retroceso en materia de derechos a las mujeres y personas LGTBIQ+; es ‘próvida’, y homofóbico. Retiró de la reforma constitucional —con la que pretende reelegirse en 2024— la posibilidad de legalizar el aborto terapéutico, incluso, cuando se penalizan los abortos espontáneos y por violación; la eutanasia y el matrimonio igualitario. Esto, sin dejar de lado su proyecto más polémico: la construcción del centro penitenciario más grande del continente.
Lo último es problemático porque las condiciones en las que los presos están siendo sometidos, son vulgares; y ha convertido en un espectáculo político una apuesta que no resocializará a los presos, ni reparará a las víctimas. Menos, cuando la reducción de homicidios de las que tanto se enorgullece Vicky Dávila, provienen de negociaciones por debajo de la mesa con las principales pandillas: Mara Salvatrucha-13, Barrio 18 Revolucionarios y Barrio 18 Sureños. En las cuales se despliegan 19 peticiones relacionadas con el funcionamiento de las cárceles y beneficios para los suyos en libertad. El objetivo de estos encuentros, es reducir la tasa de homicidios, posicionar su imagen favorable en las encuestas, y ser presidenciable para una reelección.
¿Por qué decirles a los colombianos que es el mesías de El Salvador y no que destituyó al fiscal Raúl Melara y removió ilegalmente a los magistrados de la Sala Constitucional que investigaban actos criminales cometidos por funcionaros de su Gobierno? Además, impuso a su fiscal de bolsillo Rodolfo Delgado para que frenara extradiciones a EE. UU. como las de alias ‘El Blue’, líder del M-13 y borrara las evidencias de estas investigaciones, que salieron a la luz en el Diario El Faro.
Eso es criminal porque constituye: obstrucción a la justicia, fraude procesal y ocultamiento de material probatorio. Delitos que Revista Semana tanto ha reprochado en el marco de la Justicia Transicional del Proceso de Paz con las FARC, pero que decide callar ante el régimen de Bukele. ¿Por qué decir que es el mandatario que tanto anhelamos en Colombia cuando ha metido al Ejército al Congreso, llamando a la insurrección popular cuando no ha obtenido el quorum suficiente para aprobar sus préstamos? ¿Qué diría Semana si esto lo hiciera el actual Gobierno de Gustavo Petro? Supongo que nada positivo, porque en realidad no lo sería.
Revista Semana sabe que se acercan las elecciones regionales; les conviene respaldar el discurso autoritario de Bukele para instalar su actuar ideológico en Colombia, posicionar a los candidatos políticos de derecha y deslegitimar la ‘paz total’ del Gobierno. Al tiempo, aprovechan la crisis ministerial de Petro y su posible crisis de gobernabilidad para rivalizar a ambos mandatarios e insinuar que es el autoritarismo y no el diálogo, la salida de todos los conflictos, especialmente, en las principales ciudades capitales del país. Dávila ha entendido que muchas repeticiones, hacen una verdad; que en cada coyuntura debe haber un enemigo (interno) para hacer política con base en la seguridad (democrática); que la exageración y desfiguración de la realidad refuerzan el principio de inseguridad, de paranoia y traspone a ese enemigo todos los males sociales.
¿O es que esa casa editorial olvida las más de 6402 ejecuciones extrajudiciales que dejó la seguridad democrática de Álvaro Uribe en Colombia, con su discurso del enemigo interno y la mano dura frente a los grupos armados ilegales? ¿Olvidan que acá, como allá, un presidente buscó y reformó la Constitución para reelegirse? Tal vez tengan memoria selectiva, porque tanto para ella como para su equipo de trabajo, los outsider en la política les resultan atractivos. Basta con recordar toda la publicidad y narrativa desplegada en favor de la candidatura presidencial de Rodolfo Hernández para evidenciar que le interesa mover más sus pasiones políticas, oponiéndose a todo lo que huela a izquierda, que ser rigurosa en su trabajo. Incluso, si en medio de eso, se lleva por delante a la democracia. Posiciona finalmente, a gente que pareciera estar más dispuesta a dar shows mediáticos y de farándula, como Bukele que puso a su país como sede del próximo Miss Universe o como Rodolfo, experto en echar madrazos, que fortalecer el debate político. Ojalá que la historia no nos pase factura en unos años. ¡Los periodistas tenemos una gran responsabilidad para recuperar la credibilidad y la dignidad que se ha perdido con el ‘ejercicio periodístico’ de este tipo de personajes!
Muy oportuna la intervención y el comentario de LUCIANA AVENDAÑO en tanto la revista Semana y otros medios de comunicación están haciendo un daño estructural a la democracia nuestra y por demás a la imparcialidad de los medios de comunicacion. Gracias