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Por: Humberto Perdomo

Neiva cumplió 410 años el pasado 24 de mayo. Sin lugar a duda, ha acogido a muchas personas procedentes de municipios aledaños, de otros departamentos, desplazados en el marco del conflicto armado o en búsqueda de “oportunidades”, a eso se debe su rápido crecimiento en el transcurso de las últimas décadas. Ha sido el hogar de miles de personas.

Neiva se erigió como la ciudad capital del departamento del Huila. No obstante, he pensado que hablar de Neiva implica reconocerla como una no ciudad, pues, denominarla ciudad resulta ser una impostura, por lo tanto, puede validar algo que no es. La no ciudad es la que se construye bajo la expresión demográfica de la desigualdad, contrario a la ciudad, de la que emerge y se desarrolla la ciudadanía como un estatus que permite el acceso a derechos. Es decir, sobre la ciudad se desarrolla la vida colectiva y pública y es una expresión política de derechos.

La responsabilidad de que Neiva sea una no ciudad recae principalmente en sus gobernantes e indirectamente en sus habitantes. La no ciudad lleva arraigada en su vivencia la desigualdad. En el caso de Neiva está la informalidad en el acceso a algunos derechos como el de la vivienda, ha emergido en medio de un silencio que se esconde en el concepto de ciudad y que no se configura como tal.  Aquí es relevante exponer que Neiva está tan atravesada por la formalidad como por la informalidad; claro, no es mi propósito estigmatizar la informalidad, es poner la atención sobre las implicaciones que conlleva. Neiva en sus 410 años tiene 117 barrios y 114 asentamientos urbanos irregulares ¿Qué les dice esto?

En la no ciudad se excluye, se ha vuelto recurrente leer en redes sociales las quejas de personas, planteando que empresas o restaurantes se niegan a ofrecer un servicio de domicilio por la percepción de inseguridad que genera el barrio en el que vive el usuario. O que el sistema de transporte publico no tiene cobertura en zonas apartadas del espacio céntrico de la no ciudad, específicamente en los asentamientos habitados “informalmente”.

Y no se trata responsabilizar o estigmatizar a los habitantes por los imaginarios que se han construido de sus barrios, tampoco a la empresa por no ofrecer el servicio, se trata de admitir que en la denominada “Ciudad de Neiva” no es lo mismo vivir en un barrio de la Comuna 7 (centro oriente) que un barrio en la comuna 8 (sur oriente) dejando en claro que estos barrios están físicamente continuos.

Más allá del silencio público y colectivo que justifica la no ciudad, hay una institucionalización de la no ciudad. Las instituciones públicas y los administradores de lo público se han encargado validar sistemáticamente comportamientos y acciones que excluyen. Y sobre todo nos hemos encargado de reproducir la idea de que somos “ciudad”.

En este sentido, la no ciudad más allá de lo económico está cimentada en la desigualdad política, no todos tenemos el derecho a decidir cuál es la ciudad que queremos habitar y cómo la queremos organizar. Quienes tienen posición de poder son los que tienen acceso al espacio político donde se delibera sobre la administración de lo púbico y la visión de ciudad, son quienes tienen derecho a la ciudad y excluyen la de muchos otros. 

Siendo Neiva la no ciudad, está pensada desde la acumulación de espacio urbano y por lo tanto la exclusión del otro. La no ciudad es la que vive en una obsesión por el desarrollo económico, el crecimiento urbano y la mercantilización de la naturaleza. Es necesario reconocer que la ciudad debe estar pensada equitativa y ecológicamente. La ciudad debe proponerse la búsqueda de los paradigmas del buen vivir desde una mirada plural. Debe integrar la afectividad, los saberes, lo espiritual y la convivencia de todos los sistemas de vida, para esto, solo en la no ciudad no hay lugar.

Dejar de ser no ciudad implica comprometernos con desmantelar la idea de desarrollo y de ciudad en la que se excluye y desconoce, por una idea de ciudad que se repiense y reestructure la relación que hemos construido entre personas, territorio y naturaleza.

Cláusula de conflictos de intereses:

Luis Humberto Perdomo no recibe salario, ni ejerce labores de consultoría, ni posee acciones, ni recibe financiación de ninguna compañía u organización que pueda obtener beneficio de este artículo, y ha declarado carecer de vínculos relevantes más allá del cargo académico/profesional/personal de su perfil.

Humberto Perdomo Romero es politólogo en formación (Univ. Surcolombiana). Ponente en Congresos Internacionales y Nacionales de Ciencia Política. Ha participado en proceso de investigación a través de semillero, voluntariados y escuelas de formación con jóvenes. 

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