
Por Jaime Navarrete*
“Con sus grafías negras han escrito “escogido”, qué puede leerse cómo la denuncia contundente del horror”

En un país cómo Colombia, con más de 80 mil desaparecidos entre 1970 y 2018, según el Centro Nacional de Memoria Histórica, con una impunidad casi total frente a estos crímenes de lesa humanidad y la doliente indiferencia de la población en general, hacen que libros cómo Los Escogidos de Patricia Nieto, sean un bálsamo de memoria frente al olvido qué se cierne sobre las historias de las miles de víctimas.
Los rescatan, les ponen nombren, los sepultan y les rezan casi qué a diario, ese ha sido el rito que muchos de los habitantes de Puerto Berrío, Antioquia, han creado desde hace más de 20 años, haciéndole frente a la realidad tangible y dolorosa qué representaban los decenas de cuerpos qué el río Magdalena les dejaba a su paso en sus playas y rayas.
Hoy son colección y propiedad temporal de un pueblo católico qué los invoca a cada minuto. Los rescata, les quita el lodo con tapones de esparto, los nombra, los sepulta y adorna sus tumbas cómo queriendo señalar qué la muerte hace vibrar la vida. (p. 7)
Este libro con profundos y sentidos relatos nos muestra la historia de quienes asumieron a esos “N.N.” cómo ánimas qué necesitaban ayuda para dejar el limbo o el purgatorio y pasar finalmente al reino de los cielos, asumieron esa tarea sin importar que la persona muerta fuera jefe paramilitar, campesino, estudiante, cocalero, líder social…asumieron el ritual fúnebre cómo un asunto de dignidad que no debe tener distinción alguna.
“Desde 1964 los niños del río no hemos dejado de morir”. asegura Basilio Valazans, líder sobreviviente del MOIR. Y son ellos y sus vecinos y sus primos y sus abuelos y sus novias y sus hijos los qué bajan silenciosos, indefensos y anónimos por el río Magdalena, el mismo qué les traía la música, la moda y el amor cuando los días eran azules y las noches libres de tormentas. (p.38)
A través de las historias de personas cómo Javier qué nombró y adoptó una N.N. Mujer que algunos apodan Gloria o Sandra, a la cual él se comprometió a rezarle y cuidarla, solo si ella le ayudaba con unos favores; Patricia Nieto, nos expone estas creencias muy Colombianas, qué rayan entre el realismo mágico y la ritualidad católica-cristiana, y que han contribuido a salvar del olvido a los muertos del agua cómo fueron conocidos quienes aparecían y eran rescatados del río cuando lo permitan los señores de la guerra.
Pero además, Nieto, nos lleva a conocer la versión y la odisea de quienes buscan con afán sus familiares desaparecidos, cómo Nelson qué busca a su madre nombrada Nancy Navarro en el pabellón de los olvidados del cementerio de Puerto Berrío, su historia de más de cinco años de búsqueda termina finalmente con el descanso al menos parcial de ver el cadáver para convertir la “muerte de su madre en un hecho real”.
…todos los huérfanos del pabellón de los olvidados fueron escogidos; les eligieron un padre y una madre, y otros se hicieron sus hermanos, tíos y primos. Y así a través de ellos todos en el pueblo terminaron por ser parientes entre sí. (p. 73)
En definitiva, como dice Patricia, los habitantes de Puerto Berrío “con su religiosidad vestida de arte han resistido una guerra qué a quién sobrevive lo condena al silencio”; este es un libro que se debería abordar en aulas de escuelas, colegios, institutos y universidades, pero también cuyos relatos deberían llevarse a pantallas grandes y chicas para contribuir a acabar con el régimen de olvido, silencio e impunidad que aún reina en Colombia.
Posdata: Hoy esas prácticas culturales de los habitantes de Puerto Berrío, de cara a los trabajos de la Unidad de Búsqueda de Personas dadas por Desaparecidas, representa tanto beneficios por el cuidado y protección qué le dieron a estos cuerpos posiblemente de personas víctimas del conflicto armado, pero también problemas debido al movimiento de cuerpos en osarios y bóvedas qué no han sido debidamente registrados y por tanto dificulta la trazabilidad que se necesita para hallarle finalmente el nombre, la identidad y la familia a estas “ánimas olvidadas”; sin embargo, muchos de los protectores de estas ánimas están dispuestos a cooperar para devolverles todavía más dignidad a quienes tantos favores les han concedido.
*Jaime Navarrete es comunicador social y periodista de la Universidad Surcolombiana. Activista en defensa del ambiente y el territorio. Exrepresentante estudiantil ante el Consejo Superior Estudiantil de la Universidad Surcolombiana 2019-2020. Cofundador del colectivo ambiental Globo Verde y miembro del semillero de investigación Reexistencias de la Facultad de Ciencias Sociales y Humanas.