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Por: Luis Fernando Pacheco

Este artículo fue publicado el 11 de noviembre de 2017 en nuestro portal web. Volvemos a publicarlo en el marco del cubrimiento especial que desde nuestro medio de comunicación hemos realizado a todo el tiempo de existencia de la Comisión de la Verdad, especialmente en esta recta final.

Foto: A la izquierda, Salomón Lerner. A la derecha, Luis Fernando Pacheco, codirector de La Gaitana Periodismo Independiente.

El Distrito “Magdalena del Mar” se levanta sobre los acantilados que bordean el mar pacífico al golpear la costa de Lima, allí a una cuadra de la Avenida Javier Prado, su eje vehicular emblemático, en una discreta calle residencial, se levanta el Instituto de Democracia y Derechos Humanos (IDEH) de la Pontificia Universidad Católica del Perú, la universidad más prestigiosa del país.

Su Presidente Ejecutivo es Salomón Lerner Febres, académico peruano de 74 años. Sin embargo, Lerner Febres es mucho más que un destacado profesor universitario, es un referente para la historia contemporánea peruana y para los procesos de reconciliación latinoamericanos. Filósofo y abogado de origen limeño, Doctor en Filosofía, ocupó una cadena de encargos académicos en la Pontifica Universidad Católica del Perú desde Jefe de Prácticas hasta ser su Rector entre 1994 y 2004 en periodos cruciales para la historia de Perú. Fue vicepresidente y presidente de la Unión de Universidades de América Latina UDUAL, pero -como él mismo dice – probablemente, su encargo más importante, fue el de presidente de la Comisión de la Verdad y la Reconciliación que investigó y documento los hechos de violencia política en el Perú en las últimas dos décadas del siglo pasado.

El profesor Salomón Lerner Febres nos recibe en su oficina en el Instituto, en medio de cálidos retratos familiares y recuerdos seguramente de muchos lugares, personas e historias a lo largo de sus recorridos académicos y familiares. Es un hombre menudo, de voz pausada y ademanes solemnes y familiares a la vez; nos recibe con la calidez de un sabio y la humildad de un profesor universitario que responderá dudas a sus estudiantes. Al hablar cierra los ojos, como evocando momentos, reflexiones y opiniones envueltos en la prudencia que solo los años, la experiencia y la sabiduría dan.

En medio de una fría mañana de martes, el Profesor Lerner acepta conversar por más de una hora con el Prof. Luis Fernando Pacheco y la estudiante de Ciencia Política, Laura Gabriela Rojas, investigadores del Grupo “Andrés Bello” sobre el conflicto peruano que enfrentó al Estado con el grupo guerrillero de origen maoísta “Sendero Luminoso” entre 1980 y 2000, sobre las actuaciones del Estado bajo el gobierno de Alberto Fujimori (hoy condenado y en la cárcel), sobre el comportamiento de la sociedad, las iglesias, la universidad, los ejercicios de memoria, el papel de las artes y múltiples enseñanzas para nuestra actualidad colombiana dado el momento de coyuntura que vivimos.

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LUIS FERNANDO PACHECO: Profesor Lerner, lo primero que quería preguntarle es, ¿cómo fue ese contexto, cuando el presidente [Valentín] Paniagua decide establecer la Comisión de la Verdad y la Reconciliación?

SALOMÓN LERNER FEBRES: Lo que bien puedo decir, es que de pronto nunca se imaginó, meses antes de que la comisión se constituyera, que pudiera haber una Comisión de la Verdad en nuestro país. La guerra contra el terrorismo aparentemente había terminado con la captura de [Abimael] Guzmán, que era el cabecilla, se había de algún modo desorganizado, desaparecido por lo menos en el terrero de las situaciones armadas y violentas, lo que hacía Sendero.

Se descubrió que sin Guzmán ese movimiento terminaba. Tomando conciencia de eso, el grueso de la población y de las autoridades además, dieron por cerrado ese día el capítulo triste del conflicto interno que habíamos sufrido y se contentaron, tanto con el número de víctimas y muertos, unos decían que eran 25 mil, otros que eran 35 mil, otros 30 mil, 10 mil, no importaba, en todo caso siempre se trataba de un número, que no correspondió de alguna realidad que estuvo por debajo del 50 %… y de otro lado también existía una idea en tanto que eran las fuerzas armadas del Estado peruano, como habían dado preso a Guzmán y habían doblegado a Sendero, se ponía el acento de los crímenes solo a Sendero Luminoso y no se tomaba en cuenta, aquello que le correspondía, por desgracia, en determinadas circunstancia al Estado por violaciones de derechos humanos.

Evidentemente todos estábamos de acuerdo de que el Estado debería de defender a la sociedad, y la Fuerza Armada debía salir, luchar para que la violencia de esa ideología absolutamente fanática y radical no prosperara y por eso, en la Comisión de la Verdad se agradece a las fuerzas armadas y policiales, por su labor, lo que no quita que también en el informe se señale que ellos también cometieron violaciones a los derechos de personas en el fondo inocentes.

La situación en el Perú fue de algún modo peculiar porque en determinadas poblaciones; la gente tenía una historia de abandono por parte del Estado y de pobreza, conformada por personas de habla quechua, sin mayor educación, sin que el Estado les hubiera ofrecido oportunidades para salir adelante, falta educación y que vivían en pequeñas comunidades que se auto sostenían: esas personas son las que más sufrieron, las centenares de víctimas correspondían a este pico de gente y mal puede decir que ni personas que no supieran ni leer, ni escribir, que fueran terroristas o comprendieran lo que era el Comunismo de Marx, Lenin, Mao.

La cosa pudo quedar así, sin embargo, hubo organizaciones no gubernamentales vinculadas a los derechos humanos, dentro de ellas unas series de instituciones de paz y esperanza que entendieron que debían de conocerse mejor la verdad de lo que había sucedido, en ese sentido animaron a ese Presidente [Valentín Paniagua] que solo estuvo ocho meses, le hablaron, le empujaron a crear una Comisión de la Verdad, creo que fue un equipo que averiguó como se habían estructurado, las otras comisiones de la verdad, Sudáfrica, Chile, Argentina; y salió en el mes de junio una resolución donde se creaba la comisión de la verdad y una serie de normas que la reglamentaban.

Hay que decirlo, era una Comisión de la Verdad realmente dirigida de acuerdo a esa resolución, a ese trabajo intenso e inmenso, porque se recogió todo lo que habían hecho otras comisiones de la verdad entonces se pedía que la comisión de la verdad fuera ser creada en el Perú, no solo fuera creada por el conflicto sino que averiguara las causas del conflicto, cuál fue toda la historia que en el conflicto determinara los delitos que se habían cometido contra los derechos humanos, y habían uno que no estaban contemplados dentro de esta legislación, y tenía que ser entonces de una manera descritos.

Se tenía, de otro lado, la idea de plantear todo un sistema de reparación, que sirve de reconocimiento a las víctimas, de orden moral, simbólico, pero también de reparación de orden material a la gente que habían sido desterradas de sus tierras y de lo poco que tenían

(…) Se necesitaba la reparación, el perdón y además se nos pedía, porque en ese tiempo no estaba formada, que se estableciera las reformas institucionales necesarias, para que en el Perú no volviera a suceder, todo eso constituye el mandato de una comisión que debía trabajar año y medio. Presupuestalmente, la Comisión funcionaría con el 50% que le otorgaba el Estado y el otro 50% debía obtenerlo, en mayor parte de naciones extranjeras.

A diferencia de las comisiones que habían existido antes, se amplía la posibilidad de las audiencias públicas, bueno salió esto en Sudáfrica, pero esto provocó la alegría de la gente que había impulsado la formación de esta comisión y semanas después en el Consejo de Ministros, determinaron quienes tomaría o serían los miembros de esta Comisión.

(…) De allí sale mi nombre y se me designó como presidente, en ese entonces yo era Rector de esta universidad [habla de la Pontificia Universidad Católica del Perú], eso me daba de alguna manera, cierto prestigio académico, pero además enseñaba filosofía. En tanto a rector fui aquel, quien llevo a esta universidad, ¡la única!, que protestara públicamente mediante comunicados de la prensa, frente algunas malas acciones de Fujimori, por ejemplo, permitir la reelección. [La PUCP] fue la única universidad, es más la única institución que levantó su voz, eso de algún modo comprometía a la universidad y me imagino que por eso pensaron en mí.

En realidad, se me presentaron a mí como rector y yo creo que a toda la universidad el dilema: ¿podemos nosotros aceptar, sólo hablar y pronunciar y cuando debemos actuar, no hacer? Eso sería un poco hipócrita. Yo acepte siempre y cuando me dejaran reunir al consejo universitario y plantee eso y me permitieron presidir la comisión sin renunciar mi puesto de rector.

[Ya posesionados], de pronto surgió una especie de espada de Damocles: eso lo había hecho Paniagua dentro de su gobierno y cuando ya había un presidente elegido, Paniagua no le consultó, entonces cuando Alejandro Toledo asume la presidencia, frenó esto, diciendo -“yo no sé nada de esto. Quiero estudiarlo para ver si va o no”-.

Se tomó un par de meses. En septiembre se tomaron dos decisiones: primero, le cambio de nombre a la Comisión, la convirtieron en Comisión de la Verdad y Reconciliación ¡menudo peso! (reflexiona sonriendo) y segundo, añadió a cinco miembros nuevos, algunos aliados a su gobierno y a partir de eso, se comenzó a trabajar en la comisión y lo hicimos durante dos años.

Yo viajé al extranjero a conseguir fondos, los obtuve especialmente de países no nórdicos, Estados Unidos, Alemania. Visitamos tres universidades y aprovechábamos, para hacer gestiones para la comisión. Así, aprovechamos una invitación del gobierno de Corea del Sur a mí como Rector, y pedí permiso para hacer una parada de 24 horas en Tokio avisando previamente al señor Fujimori. Se comprometió a atenderme, pero finalmente nunca acudió. Habíamos entrevistado a los líderes Senderistas, militares, políticos y de allí salió una historia que es contada en el informe final, víctimas…

En la Comisión tomamos más de 17 mil testimonios, de víctimas en la sierra del Perú, audiencias públicas, se relataron los hechos históricos qué habían precedido el nacimiento de Sendero Luminoso. Se estudió también el comportamiento de las Fuerzas Armadas para comprobar que finalmente no era un asunto de una sola parte. Se ratificó el costo de la actuación de la sociedad civil durante todos estos años, en las ciudades más grandes costeras, se resintió la violencia pero no del modo como si la vivieron los pobres de la sierra, una gran migración de los hermanos ayacuchanos hacia la costas, más de 600 mil, y algunos atentados hacia el final de los años 80 -90 cuando Sendero ya había sido derrotado en la sierra porque los militares entendieron que en lo lugar de perseguir a los campesinos, debían ayudarlos a que ellos se libraran. Son los propios campesinos los que hacen que Senderos salga.

De izquierda a derecha: Profesor Luis Fernando Pacheco, estudiante Gabriela Rojas, Profesor Salomón Lerner Febres

Y ustedes que están tocando el tema religioso, yo quisiera decirles algo, puede ser anecdótico, pintoresco, de pronto vale la pena de verlo; Sendero Luminoso como ideología tuvo una identidad cuasi religiosa. Se creyó que sendero luminoso era un movimiento popular, revolucionario y nacionalista que buscaba un Perú con justicia, sin desigualdad y por lo tanto izquierdista. Los primeros enemigos que tienen Sendero son los propios izquierdistas, los propios comunistas…

En la exposición que había en el Lugar de la Memoria en la costa, hay una foto donde un policía está bajando de un poste a un perro ahorcado con unas letras que dicen –“hijos de perra”- La leyenda que acompaña la foto decía “eran tan malos los terroristas que hasta se ensañaban con los animales”.

La lectura de esa imagen es más profunda, ahí se está revelando la naturaleza ideológica de ese grupo guerrillero. Sendero, esta con la revolución cultural de Mao Tse-Tung por la cual predica la lucha campesina primero, odiaban la visión del proletario trabajador de la fábrica, y además Guzmán se auto denomina la cuarta identidad: Marx, Lenin, Mao y él. Entonces, preguntémonos ¿qué es lo él quiere hacer? Abimael Guzmán no quería hacer la liberación del pueblo, era un negocio basado en una ideología mesiánica: recibía dinero del exterior; tenían una academia universitaria, robaban armas, usaban más el cuchillo, la piedra y el palo.

En ese sentido había una visión más profunda estaban en contra de la misma idea internacional socialista, en Ayacucho carecían de un apoyo popular de raíz, les temían, le temían a la prédica del líder al que seguía gente que violentaba al otro. A lo que iba era a que Guzmán usaba dentro del su ideología radical, un lenguaje apocalíptico por decirlo así era un lenguaje de “el todo o la nada”, una religión popular nacional, y de algún modo la organización de Sendero recuerda una estructura piramidal de credo. Sería interesante un estudio que podría ser realizado entre la naturaleza de Sendero luminoso y la de su líder y una especie de religión laica, bueno, es una idea.

Prof. PACHECO: Una idea valiosa sin duda Profesor, por otro lado, queríamos preguntarle, ¿La sociedad recibió bien el informe?, ¿cómo recibió el trabajo de la comisión?

Prof. LERNER: Si, lo recibió bien. Hubo encuestas favorables, pero también es verdad que hubo gente que no lo recibió con agrado, y que aún antes de que saliera el informe, ya lo estaban criticando, sin saber que era lo que iba a contener porque era evidente que ese informe tendría que señalar determinadas matanzas en donde había responsabilidades que debían ser examinadas, y que tocaban a políticos y militares o fuerzas del orden. Es el caso de la Matanza del cuartel “Los Cabitos” en Ayacucho”.

Esta entre muchas otras cosas se sabían que iban a salir. Hubo gente que ya desde el inicio decía que este informe iba a estar sesgado a favor de Sendero, cosa que además es absolutamente desmentida porque a diferencia de lo que ha pasado en la comisión de la verdad en otros países, nosotros encontramos el mayor número de crímenes correspondientes a la guerrilla y no al Estado. Normalmente en otros lugares ha sido el Estado el mayor perpetrador de esos delitos.

Fue muy difícil el tema de los militares, ellos se sentían más bien en una posición de ser honrados y beneficiarse de una gratitud de todo el pueblo peruano de que ellos salvaron la patria. Por ende, no caía bien lo que decíamos sobre los crímenes del Estado.

Hay gente que hasta ahora piensa que el informe no ha sido para ellos, que no se combata con honestidad esos juicios pero voy a decir que nunca ninguna comisión en este país ha levantado el revuelo de esta; por ejemplo, el día de los Derechos Humanos en nuestro país coincide con el día de la entrega del informe Pero falta mucho, aún se niega a colocar los planes de estudios escolares de todo eso que ha pasado, que aprendan y sepan lo terrible que sucedió, de modo que no vayan a ser engañados.

Imagen: El ojo que llora. Tomada por el autor

[En este punto es válido mencionar que se refiere a la obra de arte denominada “El ojo que llora” de la fallecida artista holandesa radicada en el Perú, Nika Multa, el cual fue inaugurado en 2005 en el Campo de Marte sobre la Avenida Juan Salaverry]

Debe destacarse el campo de las artes, que aún mantiene vivo ese espíritu de la memoria colectiva, también en la literatura se ve. En materia de arte vale la pena señalar “El Ojo que llora”, un monumento que encontrarán en Campo de Marte y que construyó la artista Mutal, donde de un ojo en piedra brota agua que recorre caminos entre piedras especiales donde están los nombres de todas las víctimas de la guerra contra Sendero Luminoso. En ocasiones, ese monumento, ha sufrido dos atentados por parte de militantes del fujimorismo. Es un ejemplo del arte transformando, está ahí y es valioso, pero es poco aún, allí se reúnen los familiares de las víctimas a hacer duelo. Entonces yo creo que este tipo de ejercicios tiene vigencia y cundo pase el tiempo va tener más vigencia todavía. Se hace necesario formar una generación más consciente de lo que pasó. Esa tarea es del Estado, se ha de ocupar de educar, para que se tenga más claro el asunto.

Prof. PACHECO: ¿Cuál cree que es el papel de la iglesia en el posconflicto profesor?

Prof. LERNER: Bueno, en el posconflicto no he seguido de cerca la labor de la iglesia, sé si, que hay…. Yo presente los resultados de la Comisión ante la Conferencia Episcopal del Perú, y creo que también con la Comisión Episcopal de proyección social, se están realizando las tareas de acompañamiento de las víctimas tratando ampliar sus posibilidades, dando apoyo moral y si es posible también apoyo en rehabilitación en las enfermedades mentales que puedan sobre venir después de estos. Sé de una madre, una religiosa española en Ayacucho, la Madre Covadonga que trataba de organizar en especie de escuelas de artes donde se recibían a los que habían sido reclutados por los grupos. Insisto, las artes son muy útiles; la labor de los jesuitas también en la sierra, las Iglesias de Paz y Esperanza tienen centros de atención y apoyo a las víctimas, creo yo en líneas generales. [Y no se remite solo a la Iglesia Católica], quienes han demostrado un acercamiento mayor a estas poblaciones también ha sido la iglesia evangélica y creo que en ese sentido ha retrocedido un poco respecto a los fieles a la iglesia católica, porque los evangélicos actúan en comunidad, apoyan, a veces hay más presencia que de otros credos.

Prof. PACHECO: ¿Desde su experiencia universitaria qué tarea cubre la universidad en esa construcción de paz?

Prof. LERNER: Yo creo que la universidad debe ser generadora del concepto de ciudadanía, yendo más allá de ese conflicto sino viendo aquellos elementos que viven en una sociedad, reconciliada, de una sociedad que admita las discrepancias, que sea tolerante.

La Iglesia, en el caso de las universidades católicas, le da como primera tarea a la universidad la de difundir esa noción del valor de lo humano, no solo para el que habla sino para el otro, para el que piensa diferente. Eso es eso lo que debería de ser una universidad católica, pero más allá, aunque no sea católica, creo que una universidad debe de formar de manera ética a las personas, y a ello hay que medirle voluntad. Yo creo que debe formar a gente comprometida con su entorno, gente que tenga compasión, gente que actúe de manera compartida y en la medida de sus posibilidades tratar de que el mundo sea más tratable, más llevadero, mejor…

Prof. PACHECO: Ya por curiosidad y, para terminar, ¿cómo se percibe desde Perú, lo que está pasando en Colombia frente al proceso de paz?

Prof. LERNER: Bueno desgraciadamente en Perú somos muy, no sé cómo decirlo: ¡nos interesa más el fútbol!, Aquí son pocas las personas que se puedan pronunciar, los académicos sí discuten frente a eso, somos vecinos, pero más allá no tanto.

Hay, creo yo, mucha esperanza y al mismo tiempo un cariño hacia el presidente Santos y muchas esperanzas en que puedan llevar este proceso de justicia transicional. Este puede ser el inicio de una actividad pacífica y reconciliada, lo que ocurre, sin embargo, es que tememos por ustedes que haya determinados sectores sociales que puedan ser manejados políticamente, con el espíritu populista que de pronto de gente que se siente demasiado golpeada, que eche a perder lo que se ha avanzado. Las FARC dejaron las armas y eso muestra voluntad, ahora debe repararse a la sociedad. Pero nosotros confiamos como latinoamericanos, que se pueda avanzar en búsqueda de la paz.

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Nota del autor: Este extracto de la entrevista al Profesor Salomón Lerner es parte de la investigación “El papel de la Iglesia Católica en procesos de paz y reconciliación: una mirada histórica”, financiado y coordinado por la Universidad Surcolombiana.

Luis Fernando Pacheco es abogado, especialista en Desarrollo Personal y Familiar (Univ. La Sabana), candidato a magister en Relaciones Internacionales (Univ. Nacional de La Plata-Argentina) y actualmente cursa el máster en Periodismo de la Universidad de Barcelona.

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