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Análisis | Por: Juan Carlos Rico Noguera

En esta segunda entrega, el autor analiza la manera como el Informe Final de la Comisión de la Verdad concibe el llamado a la reconciliación, a través de un procedimiento que reconoce el drama que han tenido que soportar las víctimas, así como el enfoque adoptado por la Comisión para esclarecer el pasado violento en Colombia desde una óptica académica y objetiva a su manera. Para ver la primera entrega dar clic en este enlace.

POR EL RECONOCIMIENTO DE LO ATROZ Y POR LA RECONCILIACIÓN

El volumen introductorio del informe final sugiere que el primer paso del esclarecimiento pasa por acoger la realidad de las víctimas, un principio relacionado con el particular modelo de objetividad con el que los miembros de la Comisión de la Verdad se comprometen. De acuerdo con la Comisión, las víctimas reclaman el reconocimiento de la desaparición forzada, de los secuestros, de las masacres, los falsos positivos, la victimización de la infancia, los cuerpos mutilados y los calumniados, el desplazamiento forzoso, la marca rural del conflicto, las afectaciones especiales a comunidades étnicas, los paisajes minados, y un modelo de desarrollo que excluye y condena a los sectores más vulnerables de la población. En este volumen no se encuentran datos ni cifras confiables que nos permitan reconocer el reclamo de las víctimas que la Comisión comunica, pero la intención detrás de esas menciones es la generación de una sensibilidad sin la que los números no deja de ser expresiones abstractas. El dolor es lo que la Comisión trata de comunicar, pues sin la habilidad de sentirlo es imposible entender la necesidad apremiante de trabajar por el cambio.

Tras la exposición del reclamo sentido de las víctimas, el volumen propone “elementos de contexto explicativos”. Dichos elementos se presentan como un conjunto de hipótesis con los que la Comisión trata de entregar significado a acciones monstruosas que, aisladas, parecieran sugerir que estamos de cara a una maldad intratable para la que la resignación es la única alternativa. Desafortunadamente no todos los elementos de los que se hablan son claros. De hecho, lo que inicialmente se presenta como un conjunto de hipótesis es un conjunto de datos importantes sobre el conflicto armado, una hipótesis fuerte, y lo que podría denominarse como el encuadre de una filosofía para recibir el legado de la Comisión. De los datos aquí no se hablará, pues para eso está el volumen de hallazgos, pero de la hipótesis y el encuadre filosófico sí.

En lo referido a la hipótesis, la Comisión sugiere que las armas en el desarrollo de la política es la principal variable para explicar las distintas expresiones de lo atroz y su persistencia de una forma global (Comisión de la Verdad, 2022 P. 45-49). En el desarrollo de esa hipótesis se cita la existencia de la doctrina del enemigo interno por parte de todos los actores en conflicto, no solo los militares. También se cita la existencia del valor de morir por la patria o por el pueblo, un valor bajo el que se considera honorífico morir en la lucha contra el enemigo interno.  Para la Comisión, los armados no son los únicos que piensan en la clave de enemigos internos, y de lo honorable que resulta exterminar esos otros imaginados como monstruos. Para la Comisión hay una responsabilidad colectiva que debe reconocerse, y a partir de ese reconocimiento toda una filosofía para entender el conflicto y trascenderlo a partir de la reconciliación.

La reconciliación es definida como un conjunto de axiomas que difícilmente pueden resumirse, y por eso presento textualmente la definición que la Comisión ofrece:

Reconciliación significa aceptar la verdad como condición para la construcción colectiva y superar el negacionismo y la impunidad. Significa tomar la determinación de nunca más matarnos y sacar las armas de la política. Significa aceptar que somos muchos —en diverso grado, por acción o por omisión— los responsables de la tragedia. Significa respetar al otro, a la otra, por encima de las herencias culturales y las rabias acumuladas. Significa tener en cuenta la herida del otro y sus preocupaciones e intereses. Significa construir de tal manera que el Estado, la justicia, la política, la economía y la seguridad estén al servicio de la dignidad humana igual y sagrada de los colombianos y colombianas. Significa que esto lo vamos a construir juntos o no habrá futuro para nadie, y para ir juntos tenemos que cambiar: que el actual Estado se transforme en un Estado para la gente, que los políticos paren la corrupción, que los empresarios no excluyan de la participación en la producción a una multitud que reclama el derecho a ser parte, que los que acaparan la tierra la entreguen; que cambien todos los que colaboran con el narcotráfico, con la guerra, con la exclusión, con la destrucción de la naturaleza. Que no haya más impunidad. Que los que siguen en la guerra entiendan que no hay derecho para seguir haciéndola porque no permite la democracia ni la justicia y solo trae sufrimientos. Que tenemos que construir desde las diferencias con esperanza y confianza colectiva para que seamos posibles hoy y en las generaciones de mañana. (Comisión de la Verdad, 2022 P. 60-61)

UN MODELO ALTERNATIVO DE OBJETIVIDAD

No se necesita ser un aficionado o un experto en filosofía de la ciencia para entender que la objetividad no es un concepto absoluto, y que de hecho hay modelos distintos de objetividad propuestos por mentes brillantes a cada lado de la discusión. Aquí eso no es tan importante, pero lo que es indispensable es reconocer que la Comisión se está presentando como un esfuerzo académico que no puede juzgarse bajo los parámetros de los principios más formales de la ciencia, sea esta natural o social. Esto no es nuevo en el marco del esclarecimiento del pasado violento en Colombia. Gonzalo Sánchez, ex-director del Centro Nacional de Memoria Histórica (CNMH), ya había sugerido que la labor de esclarecimiento del pasado violento en Colombia debía ser política, y que dicha cualidad política de la labor esclarecedora implicaba poner en el centro de toda consideración y reforma social a las víctimas de la violencia.

A su vez, como recuerdan analistas colombianos como Jefferson Jaramillo o Alejandro Castillejo (comisionado también), la centralidad de la víctima en los procesos esclarecedores, tanto en Colombia como en otros países, es el producto de un consenso histórico internacional atado a la implementación de modelos de justicia transicional. Con esto quiero decir que la Comisión de la Verdad articula su identidad, y su objetividad, en el marco de tradiciones y valores previamente establecidos por un consenso internacional cuyo máximo objetivo es la transformación pacífica de sociedades en conflicto, o de sociedades no democráticas. Por eso mismo, la valoración de la objetividad de la Comisión de la Verdad debe ser mucho más sofisticada que los reclamos que muchas veces se hacen desde ciertos liderazgos políticos o desde ciertos cubrimientos mediáticos mediocres. La objetividad de la Comisión de la Verdad no es, y yo creo que no puede ser, la del científico que describe y predice el comportamiento del pigmento de una sección del pétalo de una flor.

Tal como han sugerido académicos antes de que la Comisión presentara su informe, la labor de una Comisión de la Verdad no es meramente descriptiva, pues su misión está íntimamente relacionada con un reclamo de justicia proferido por grupos que han sufrido de formas extremas (Ruiz Romero & Hristova, 2019). A mi entender, el volumen introductorio de la Comisión de la Verdad es un manifiesto en el que se establece claramente que el trabajo de la Comisión es académico en el sentido de que transmite información empírica contrastable. A su vez, trata de ordenar esa información con hipótesis explicativas que se ciñen a un método (Comisión de la Verdad, 2022 P. 41 – 42). Sin embargo, la finalidad de la investigación de la Comisión no es predecir, es transformar a partir de la creencia en una suerte de empatía ilustrada. La Comisión invita en su volumen introductorio a conocer el horror del conflicto, pero también a sentirlo para apropiarse del cambio hacia “la Paz Grande”, un concepto que tal vez tengamos que definir por nuestra cuenta tras discutir lo que la Comisión nos lega.  


Perfil: Candidato a doctor en Antropología de Michigan State University (Estados Unidos), Magister en Estudios culturales, y politólogo.

Cláusula de conflictos de interés: Juan Carlos Rico Noguera fue voluntario en la Casa de la Verdad del Huila durante el mes de Febrero y Marzo del año 2020.

Referencias

Comisión de la Verdad. (2022). Hay Futuro si hay verdad. Informe Final. https://www.comisiondelaverdad.co/hay-futuro-si-hay-verdad

Comisión de la Verdad. (2021). Contribución a la verdad y reconocimiento de responsabilidades de integrantes del Ejército. https://www.youtube.com/watch?v=btImBC0QlSQ

Jaramillo, J. (2014). Pasados y presentes de la violencia en Colombia. Estudios sobre las comisiones de investigación (1958-2011). Editorial Pontificia Universidad Javeriana.

Jaramillo, J. (2022, Julio 3). ¡Hay futuro si hay verdad! | Fundación Razón Pública. Razón Pública. https://razonpublica.com/hay-futuro-si-hay-verdad/

Ruiz Romero, G., & Hristova, M. (2019). Comisionar la verdad y la memoria en la sociedad. Comisionar La Verdad y La Memoria En La Sociedad, 97(1), 3–26.

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