Por: Felipe Galli – Columnista invitado. Estudiante de ciencia política en la Universidad de Buenos Aires y analista electoral. X: @FEscrutinio
2024 será históricamente el año donde más ciudadanos del mundo concurren a las urnas. En Latinoamérica, México, El Salvador, Venezuela y Panamá podrían ser los principales comicios.
El pasado 13 de enero tuvo lugar la primera elección considerada geopolíticamente importante del año 2024 con los comicios presidenciales y parlamentarios en Taiwán (el remanente insular de la República de China que el régimen de la República Popular China reclama como parte de su territorio). El independentista Partido Progresista Democrático retuvo la presidencia en manos del vicepresidente saliente Lai Ching-te, aventajando al candidato del histórico Kuomintang, Hou Yu-ih. No obstante, el triunfo de Lai fue más ajustado que el de su predecesora, Tsai Ing-wen (considerada una de las mujeres más poderosas del mundo y que se retira luego de dos mandatos). Los años pasan, los gobiernos también, pero (al menos es lo más deseable) las elecciones se quedan.
Es muy interesante revisar, cada año, el calendario electoral global y ver qué países concurrirán a las urnas para la elección de autoridades. Si bien en muchísimos países las violaciones a los derechos humanos y las dictaduras abundan, lo cierto es que se ha llegado a un punto en el que prácticamente no puede existir país (con muy contadas y tristes excepciones) que no celebre al menos un ejercicio electoral periódico (ya sea este libre o no).
Este 2024, sin embargo, será histórico por muchos motivos: Brasil, Corea del Sur, Estados Unidos, la India, Indonesia, Irán, México, Pakistán, el Reino Unido, Rusia, Sudáfrica y la Unión Europea celebrarán elecciones de algún tipo este año. Todas las principales potencias del mundo (con la excepción de China) celebran elecciones, así como las potencias regionales de casi todos los continentes. El hecho de que ocho de los diez países más poblados del mundo vayan a las urnas implica un récord novedoso: este año va a votar más gente que nunca en la historia.
Es así como procederemos a repasar (en varias entregas) cuáles serán las principales contiendas en este complicado año 2024, dividiéndolas por continente.
América Latina
En nuestra región vimos dos años de elecciones clave con las presidenciales en Brasil y Colombia en 2022, y luego en Argentina en 2023. Entre los países más pequeños o medianos, tuvimos notas destacadas en Guatemala y Ecuador. Este año será un poco más discreto, pero igual tiene contiendas de especial importancia.
Empezaremos este 4 de febrero con El Salvador, donde Nayib Bukele parece imbatible para obtener la reelección. La constitución salvadoreña prohíbe expresamente al presidente presentarse para un segundo mandato, con el agravante de que define esa cláusula como pétrea (es decir, no reformable). Sin embargo Bukele, con índices de popularidad abrumadores debido a su exitosa represión de las pandillas, ha forzado una serie de maniobras judiciales y parlamentarias para habilitarse la postulación. Asimismo, emprendió una reducción del número de escaños de la legislatura y del número de municipios. Vendió esto como un intento de ahorrar dinero, pero sus detractores aseguran que se trata de un intento de manipular el resultado para garantizarse la mayoría de los gobiernos municipales y el control casi absoluto del legislativo.
Con los vaivenes legales resueltos, Bukele enfrenta el desafío casi simbólico del antiguo bipartidismo de la Alianza Republicana Nacionalista de derecha y el Frente Farabundo Martí de Liberación Nacional de izquierda, a los cuales ya expulsó del poder por mayoría absoluta en 2019. Ambos partidos están muy cuestionados por su lamentable papel gobernando el país durante los treinta años posteriores a la brutal guerra civil que los enfrentó, y la abrumadora mayoría de los salvadoreños los odian. Así las cosas, todo apunta a que el controversial Bukele, conocido por su manejo de redes sociales y el debate polarizante sobre su modelo que han resaltado la importancia geopolítica de una nación hasta entonces insignificante, hará empezar el año electoral en América Latina con una victoria de proporciones soviéticas.
«Bukele, conocido por su manejo de redes sociales y el debate polarizante sobre su modelo que han resaltado la importancia geopolítica de una nación hasta entonces insignificante, hará empezar el año electoral en América Latina con una victoria de proporciones soviéticas.»
Pasarán unos cuantos meses antes de que América Latina vuelva a votar. En mayo de este año Panamá elegirá al sucesor de Nito Cortizo, que se retira con su popularidad por lo suelos tras una serie de protestas el año pasado por la renovación de la licencia a la minera canadiense First Quantum Minerals en zonas biodiversas y asentamientos indígenas. Desde la restauración de la democracia en Panamá ningún partido ha retenido el poder por más de un mandato. En general, se alternan el Partido Revolucionario Democrático, el Partido Pañamenista, y Cambio Democrático. Alguno será más o menos progresista o conservador, pero lo cierto es que las ideologías valen bastante poco. Los tres partidos centran su estrategia de campaña en competir por cuál de los dos maneja el clientelismo electoral con mayor descaro.
Ricardo Martinelli, quien fuera presidente entre 2009 y 2014 por Cambio Democrático, busca retornar al poder y casi todas las encuestas le sonríen. Esta vez compite con un nuevo espacio, Realizando Metas. A pesar de las críticas a los escándalos de corrupción durante su mandato, Martinelli es ampliamente popular, sobre todo si se compara su gestión con las que lo sucedieron. Según las encuestas, su principal retador será el candidato del populista PRD, el vicepresidente saliente José Gabriel Carrizo, que deberá apelar a la robusta maquinaria de su partido (fundado por el icónico dictador Omar Torrijos) para superar el chaleco de plomo que representa Cortizo.
Martinelli no es el único expresidente en la disputa. Su predecesor, Martín Torrijos (hijo del dictador y antiguo miembro del PRD) compite como candidato del Partido Popular. Mientras tanto, el principal retador de Cortizo en 2019, Rómulo Roux, aparece de nuevo con una coalición entre Cambio Democrático y los Pañamenistas. Estos terceros en discordia, aunque tienen muy pocas chances de ganar (se les estima entre un 7 y un 10% de intención de voto) contribuyen a dividir el voto y pueden terminar definiendo un resultado nacional, ya que en Panamá no hay segunda vuelta.
Dos semanas después nos vamos al Caribe para asistir a las elecciones generales en la República Dominicana. Se trata de la única contienda del año en América Latina donde vemos a un mandatario buscando una reelección. Luis Abinader, del liberal Partido Revolucionario Moderno, llega al final de su primer mandato con indicadores de aprobación bastante altos y encabeza con comodidad todas las encuestas para imponerse en la primera vuelta. Sus retadores serán el expresidente izquierdista Leonel Fernández, del partido Fuerza del Pueblo, y el alcalde de Santiago, Abel Martínez, del Partido de la Liberación Dominicana. La única expectativa pasa por el hecho de que Fernández, que abandonó el PLD tras un conflicto de liderazgo, seguramente quede segundo detrás de Abinader y desplace a su antiguo partido como principal oposición.
La elección más importante de la región este año será sin duda en México, que renovará tanto la presidencia para el próximo sexenio y las dos cámaras del Congreso, así como varias gobernaciones. Se marcha el icónico líder de izquierda Andrés Manuel López Obrador después de completado su mandato y, por primera vez desde el año 2000, se dará una elección presidencial sin él como candidato. A pesar de esto, es la figura de AMLO el catalizador de una gran polarización en la sociedad mexicana, y es la continuidad de su modelo político en el poder el factor determinante en una de las elecciones más polarizadas de la historia democrática del país azteca.
La coalición oficialista (encabezada por el partido de AMLO, Morena) postula a la exjefa de Gobierno de Ciudad de México, Claudia Sheinbaum. Conformado a partir del propio AMLO, el Morena se ha fortalecido en términos territoriales y ya controla más de dos tercios de las gobernaciones mexicanas, lo que ha llevado a algunos observadores a sugerir que se trata de una nueva conformación del histórico Partido Revolucionario Institucional (gobernante entre 1928 y el año 2000). Tanto AMLO como muchos otros dirigentes del partido tuvieron de hecho origen priísta (en la facción izquierdista del partido que se separó cuando su régimen giró al neoliberalismo en la década de los 80s). Sheinbaum, sin embargo, nunca fue miembro del PRI, pero sí del Partido de la Revolución Democrática (surgido en 1989 y por el que AMLO fue candidato en 2006 y 2012).
La principal oposición se aglutina en la alianza “Fuerza y Corazón por México”. Se trata de una coalición encabezada por el conservador Partido Acción Nacional (gobernante entre 2000 y 2012 y antiguo rival histórico del PRI), el propio PRI (o lo que queda de él luego de que el Morena le arrebatara gran parte de sus gobernaciones y municipios) y el PRD (de nuevo, lo que queda de él). Las hemorragias sufridas por estos dos partidos llevan a que la alianza opositora sea más que nada un PAN con esteroides. Su candidata será la senadora nacional Xóchitl Gálvez. Aunque asociada al PAN, Gálvez no tiene filiación partidista (lo que claramente responde a un intento de los partidos tradicionales de alejar a su candidata de la mala imagen que estos todavía cargan).
Las candidaturas de Sheinbaum y Gálvez prácticamente garantizan que México tendrá su primera presidenta a finales de este año, surgida además de una competencia en la que las dos principales candidatas fueron mujeres. El único tercer candidato es el diputado Jorge Álvarez Máynez, del liberal Movimiento Ciudadano, aunque los sondeos no le anticipan superar el 10% de los votos por ahora. Las encuestas en general coinciden en que Sheinbaum ganará por amplio margen, aunque el ambiente polarizado podría llevar a que Gálvez logre capitalizar una parte del voto que se desencantó de AMLO (un voto que sigue siendo, sin embargo, muy esquivo a los partidos tradicionales) y volver la contienda más competitiva. Quién gane tendrá que hacerse cargo de un panorama nacional complicado, sobre todo por la violencia y el narcotráfico que cobran vidas en cada campaña electoral.
Una contienda que genera muchísimas expectativas, más que nada porque se ignora cuál será su contexto final, es Venezuela. Se supone que, constitucionalmente, Venezuela debe tener sus elecciones presidenciales este año. Sin embargo, la organización de los comicios y su transparencia siempre están en duda a medida que se estancan los procesos de negociación entre el régimen chavista de Nicolás Maduro y la oposición, cuya principal referente es hoy María Corina Machado (objeto de una inhabilitación política muy controvertida). Exponente del ala más dura de la disidencia antichavista y con un discurso liberal, Machado compitió contra sectores de la oposición tradicional en una primaria y arrasó con más del 90% de los votos a pesar de enfrentar maquinarias mucho más enquistadas y antiguas que la suya. Después de semejante demostración de fuerza, y a pesar de las incertidumbres, la cuestión es en realidad muy simple: toda resolución que no pase por la habilitación de Machado finiquita la posibilidad de elecciones libres en Venezuela y garantiza la continuidad del chavismo en el poder por otros seis años, aunque también pueden poner en peligro la estabilidad de la dictadura.
El año en América Latina cierra con Uruguay, considerado “la Suiza de Sudamérica” por sus excelentes indicadores y altos índices de democracia. Todavía no sabemos quienes son los candidatos para gobernar este país. El presidente Luis Lacalle Pou se retira, pues la reelección inmediata no está permitida, y en junio tendrán lugar las elecciones internas para que los partidos escojan a sus candidatos. Por lo pronto, las encuestas anticipan que el opositor Frente Amplio, fuerza política compuesta por partidos y movimientos de izquierda, tiene una fuerte ventaja debido a que aglutina a toda la izquierda uruguaya. La coalición oficialista, que fue creada por todas las fuerzas contrarias al Frente Amplio para desalojarlo del poder en la segunda vuelta de 2019, competirá dividida entre sus múltiples partidos de variada ideología, aunque se espera que el conservador Partido Nacional de Lacalle Pou siga siendo la segunda fuerza en voto popular.
Aunque todavía queda tiempo para estas elecciones y, conociendo a nuestro continente, todo puede cambiar, lo cierto es que algo destacable de este año electoral en América Latina es que en todos los países parece haber un ganador claro en las encuestas. Sin duda algo muy particular respecto a dos años donde cada elección era una incertidumbre absoluta hasta la última urna.
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Daremos continuidad al análisis electoral en los demás continentes en las entregas del 04 y 11 de febrero próximos.
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